jueves, 4 de julio de 2013

yo no soy yo

      De pequeño yo no era yo, era mi hermano mayor. Jugaba con los juguetes de mi hermano, vestía su ropa, terminaba sus álbumes de cromos y veía sus series de televisión favoritas.
      Pronto, la confusión empezó a extenderse por el barrio hasta un momento en que todos me llamaban por el nombre de mi hermano. Así, debido a escuchar la misma mentira una y otra vez, la idea fue calándome las amígdalas, como el chirimiri, hasta que un día el vecino del primero, cortándome el pelo a navaja, le rebanó una oreja a mi hermano y éste empezó a desangrarse en el piso de arriba, con el consiguiente alboroto familiar.

      Se tuvieron que llevar a mi hermano roto a la casa de socorro donde le cosieron el trozo de oreja desprendido. Una vez recompuesto, regresó a casa siendo otra vez uno e indivisible, aunque por su aspecto parecía habérsele independizado una parte de la cara.

      A la hora de la merienda el vecino rebanador preparó para mi hermano una rebanada de Nocilla y cuando yo le pedí a mi madre una igual, me untó con Tulicrem un chusco de pan. <<— ¡Esto no es Nocilla!—>>, dije. <<— ¡Ni tu eres tu hermano!—dijo ella. —Si quieres Nocilla tienes que dejar que te corten las dos orejas y el rabo. >>

      Salí a la calle con ganas de cornear a alguien, tiré el chusco de pan a un tejado y con el dinero que acababa de sisar del monedero de mi madre, compré un vaso de Nocilla y un riche en la tienda de ultramarinos de la esquina. Me los comí enteritos mientras me cosía las heridas y recuperaba así la identidad perdida. Sin embargo, el remordimiento y la culpa sobrevinieron a la autodeterminación en forma de un soberano dolor de muelas que no ha dejado de perseguirme hasta nuestros días.

      Desde entonces, cada vez que necesito autoafirmarme recurro a la Nocilla y al Rhodogil. Me preparo un bocadillo generoso de la primera y mientras lo como, voy reconstruyéndome como individuo, remendando los jirones de la vida. Que dirán ustedes que como terapia es una tontería, pero a mi me funciona y me ahorro un dineral en psicoanalistas, que por otro lado, gasto compulsivamente en medicamentos para el remordimiento de muelas.

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24 de junio

      Ayer volvieron a confundirme con un famoso que no soy yo, pero lejos de despejar el error, permití que me invitaran a la cena y firmé en el libro de honor del establecimiento, asumiendo con naturalidad la personalidad del otro.
      Al llegar a casa me preparé con urgencia un bocadillo de nocilla que comí sin hambre pero con avidez. Con el último bocado descubrí que seguía sin ser yo. Es más, el sillón en el que estaba sentado no era mi sillón, el salón no era mi salón, la cocina no era mi cocina, y el tarro de Nocilla era de Nutella. Mientras contemplaba perplejo aquel envase de crema de cacao con avellanas, una mujer que no era la mía se me acercó por la espalda y acariciando con sus labios el lóbulo de mi oreja susurró <<— ¿Que le pasa a mi niño? ¿Ya te han vuelto a confundir con ese escritor de medio pelo?>> Aturdido, dejé que me arrastrara a su dormitorio, que no era el mío, donde ha pasado la noche practicando toda suerte de perversiones sexuales imaginables con mi cuerpo, que ahora resulta que comparando proporciones y capacidades, tampoco debe ser el mío.



01 de julio

      Ha pasado una semana desde que no soy yo. He concedido tres entrevistas inventadas por las que he sido felicitado por todos y estoy profundizando en la relación con mi nueva mujer.


03 de julio

      Definitivamente, creo que me voy a pasar a la Nutella, prefiero ser el original de otro que un sucedáneo de mí mismo.

Psdta.: Creo que me estoy enamorando.



04 de julio

      He bajado al híper a comprar un tarro de Nutella y al ver el envase de Nocilla original no he podido evitar abrir la tapa y meter el dedo delante de la cámara de seguridad. Como el vigilante no se creía que yo fuera quien decía ser, he tenido que dar los datos de mi hermano para que me dejaran marchar, pero antes me han obligado a pagar el tarro de Nocilla.
      Ahora estoy en el sillón de mi salón, frente a un tarro de Nocilla vacío, con un terrible remordimiento de muelas y una acusada nostalgia de no ser yo.

      ¡Me cago en la puta nostalgia!



Yo en version Tulicrem entre dos trozos de pan


no se olvide