miércoles, 24 de febrero de 2016

Reseña: LAS COLONIAS DEL SISTÉMA SOLAR
Theia
de Luis Ángel Fernandez de Betoño



     Para empezar, tengo que decir que ésta es la primera vez que me aventuro a escribir sobre el trabajo de otra persona, así que, quedáis advertidos y avisadas.






     Bueno, empecemos por el principio. Nunca habría torturado con mis relatos a l@s dos lectores/as que tengo de no ser por Isaac Asimov, un señor con patillas de bandolero y apellido de robot con cagalera (¿por qué no estira las piernas?) de la marca Honda, al que le añadió la v final en homenaje a una afamada serie de reptilianos que se estrenaría varias décadas después de su nacimiento.
No me digais que no parece conspiranoica.
     Tampoco lo habría hecho de no ser por el invento del libro de bolsillo y por la editorial Bruguera, que a base de explotar a sus empleados y no pagar derechos de autor se dedicó a publicar libros como churros a unos precios al alcance de mi demacrado presupuesto infantil. Pero un escritor anacrónico y una editorial avanzada a su tiempo, se confabularon con el universo para que un día, un niño de doce años viera un libro en el kiosco del barrio y decidiera comprarlo. Ese libro era “Fundación e Imperio” de Isaac Asimov, y lo compré pensando que era una novela sobre conspiraciones internacionales. Qué queréis, a mí lo de Fundación me sonaba conspiranoico y yo por aquella época tenía una fijación con el mundo paranormal al que con el paso de los años he conseguido dejar en anormal a secas. El caso es que; tras la decepción inicial al darme cuenta de que era tonto de capirote y que en la portada ponía claramente “Ciencia Ficción” con letras bien gordas; no pude dejar de leer el libro hasta que viendo que no comía, mi madre me amenazó con meterlo en la cazuela y hacer con él una sopa de letras. Me gustó tanto el libro que quise ser Isaac Asimov, igual que antes había querido ser Francisco Ibáñez o Walt Disney, y de esos barros estos lodos, o cómo se diga.


Y vamos con el libro:
 Las Colonias Del Sistema Solar – Theia, de Luis Ángel Fernández de Betoño.

De qué va, pues pongámonos en situación:
Año 2373, la humanidad ha superado una nueva frontera y se expande por el Sistema Solar. Marte, el Cinturón de Asteroides y las lunas de Saturno y Júpiter, han sido colonizados.” “…existe un grupo denominado "Los 10000", que sueña con llegar a Theia, un mundo gemelo de la Tierra, situado a veinte años luz” “…Owen Jeringan, líder de "Los 10000", cree haber encontrado la forma de fabricar un impulsor capaz de alcanzar el aislado planeta. Gracias a un extraño objeto, al que llaman Singularidad. “ “…Para ello, contrata los Servicios de Gael Paulser, un antiguo piloto militar y veterano de la guerra contra Marte, junto con un grupo de incondicionales, tratarán de hacerse con la codiciada Singularidad. Sin embargo, no todos los colonos están de acuerdo, y utilizarán todos los medios a su alcance para impedir los planes de Owen Jeringan.”

Lara, mi personaje favorito.
     Y es a partir de aquí que arranca realmente la novela, con un objeto codiciado y unos personajes que tienen la misión de hacerse con él y otros intentando impedirlo. Un conflicto simple que sirve a Luis Ángel Fdez. de Betoño como excusa para contarnos lo que realmente hace especial a ésta novela; los personajes que la habitan. Entre unas muy bien trazadas tramas de acción espacial solventadas con una prosa e ingenio dignos del mejor Asimov, se van deslizando las vidas de unos personajes que van ganando en complejidad a medida que avanza la acción. Unos personajes que coquetean descaradamente con el lector hasta que te enamoras de ellos como un tierno adolescente de 12 años.




Marcapáginas personalizado, que me perdone el autor.
     Aquí quiero hacer un inciso. Tengo la impresión, subjetiva por supuesto, de que estamos ante una de esas historias donde se produce el milagro. Me refiero a ese momento de la creación donde los personajes se revelan y toman las riendas de la novela, saltándose a la torera todas las líneas rojas previamente diseñadas por el autor y donde a éste sólo le queda seguir a sus creaciones en su aventura descontrolada, con la vana esperanza de que no desbaraten demasiado la trama.

Y finalizando;
     Donde un crítico al uso os diría que estamos ante una ecotopía optimista con ligeros toques distópicos, yo os digo que me la suda. Me importa un comino si el exacerbado SCHADENFREUDE del crítico en cuestión le hace desear que todo esto se vaya directamente a la mierda como única compensación a su desgraciada vida. Prefiero contagiarme del optimismo de Betoño y pensar que hay esperanza para la humanidad, aunque ésta sea imperfecta. Igual que quiero pensar que hay esperanza para la literatura y para un libro que, aunque no sea perfecto, me ha devuelto a mis doce años y ha despertado en mi la férrea voluntad de convertirme en Luis Ángel Fernández de Betoño o en alguno de sus personajes.

  Podeis comprar el libro aquí.


miércoles, 10 de febrero de 2016

Como dejar de fumar y perecer en el intento


  He dejado de fumar por asalto facultativo*. Desde entonces me siento raro, no logro concentrarme y no consigo escribir con coherencia. Como en estas condiciones es imposible que de mi esfuerzo salga nada productivo, he acudido a un amigo para que ejerza de cronista y transcriba por mí los acontecimientos. El relato que viene a continuación es el resultado de esta inusitada y excéntrica colaboración.

*  Ver “La deriva Schopenhauer”


Día 1

Sin noticias de Marlboro


02:00 h.
      Despierto sobresaltado, de muy mal humor y con unas ganas locas de fumar un cigarrillo. Voy a la cocina y bebo un vaso de agua.

02:02 h.

     Me pregunto porqué bebo agua si lo que necesito es un cigarro. Obtengo la callada por respuesta. Bebo otro vaso de agua intentando desviar la atención.

02:10 h.
     Se me acaba el agua embotellada, pero no las ganas de fumar. Empiezo a beber agua del grifo

02:25 h.
     Tras haber bebido unos 10.500 cl. de agua, el equivalente a siete botellas de litro y medio, llego a la conclusión empírica de que beber agua, no sólo no quita las ganas de fumar, sino que produce incontinencia urinaria.

02:26 h.
     Corro al aseo con intención de evacuar el exceso de líquido acumulado. Mientras lo hago, me entretengo contando los azulejos de la pared.

02:27 h.
     Evacuo el exceso de líquido. En la pared frontal desde el punto de vista de evacuación en erguido de un varón de la especie humana: 137 azulejos.

02:29 h.
     En la pared lateral izquierda: 340 azulejos. Termino de vaciar la vejiga. Procedo a maniobras de salpicado.

02:30 h.
     Falsa alarma. Continúo el proceso de desalojo de los conductos urinarios. Intento reconducir el chorro a su destino y no a los alrededores como hasta ahora. En la pared derecha cuento 367 azulejos, de los cuales 39 corresponden al alicatado de la bañera.

02:32 h.
     Creo recordar que tengo una cajetilla de Marlboro en un bolsillo de la americana de invierno, salgo en su busca. Termino de evacuar en el trayecto del baño a la habitación, mayormente en mis propias piernas.

02:37 h.
     Resultado del registro a los bolsillos de la americana de invierno: 2 bolígrafos bic cristal negro, un lapicero Col-erase azul, una pequeña libreta para notas, un sugus de piña, varios pañuelos de papel usados, un roto por el que me entran dos dedos. Me como el sugus y vuelvo a guardar lo demás. Puede que el Marlboro esté en la americana de entretiempo.

02:39 h.
     Registro la americana de entretiempo: 2 bolígrafos Bic cristal negro, un lapicero col-erase verde, una libreta de notas, un sugus de fresa, que me como, y un roto por el que me entra toda la mano.

02:41 h.
     Registro la americana de verano con idénticos resultados, salvo por el color del lápiz, el sabor del sugus y el tamaño del roto.

02:53 h.
     Registro todos los bolsillos, bolsos de mano, bandoleras, mochilas y mariconeras de todas las prendas que tengo. Resultado: dos armarios vacíos, un montón de ropa encima de la cama y la boca llena de sugus de distintos sabores, la mayoría con el papel incluido. Conclusión empírica: los sugus dan sed y no aplacan las ganas de fumar.

03:00 h.
     Registro los cajones de la mesilla de noche, mesa de trabajo, taquillón de entrada, aparador, mueble bar, armarios de cocina, cajones de cubiertos, armarios de baño, muebles del salón, etc.

03:10 h.
     Llamo por teléfono a la policía y denuncio que han entrado en casa a robar dejándolo todo hecho un desastre.

03:15 h.
     Llamo por teléfono al trabajo para ver si me pueden dar un par de días de descanso por robo. No contestan.

03:20 h.
     Llamo por teléfono al trabajo para pedir una semana de vacaciones. No contestan.

03:23 h.
     Llamo por teléfono al trabajo para exigir mi mes de vacaciones. Me contesta el servicio de seguridad. A mi pregunta de si es el servicio de seguridad al completo o sólo una parte del mismo, me manda a un sitio poco decoroso y me da cita con el Jefe de personal a las 08:30 horas en el departamento de recursos Humanos, C/ del doctor Sugrañes, s/n, oficina P – despacho 2.

03:30 h.
     Llamo por teléfono a pequeña Penny para que vaya haciendo las maletas. Me dice la hora, me manda a un sitio poco decoroso y cuelga.

03:40 h.
     Se personan en mi domicilio un par de individuos que se identifican como los agentes Vázquez y Flores, del cuerpo nacional de policía. Los retengo en la puerta con la escusa de una urgencia renal y me visto con lo primero que encuentro: Unas botas de pescar de caña alta, una rebeca de ganchillo sin mangas y una falda hawaiana con flores de papel. Como lo encuentro poco sobrio, remato el atuendo con la boina falangista del abuelo.

03:50 h.
     Recibo a los agentes que, tras una leve inspección ocular del piso y otra más detallada de mi persona, preguntan si he echado en falta algún objeto de valor. Respuesta: un maletín de piel con ochocientos millones de euros en billetes de quinientos y un cartón de Marlboro. A la pregunta por la procedencia del dinero, respondo que tengo un cuñado tesorero.

03:55 h.
     Los agentes me piden que los acompañe a comisaría para formalizar la denuncia por escrito. Como parece que refresca, añado a mi indumentaria una estola de piel de conejo y los sigo hasta el vehículo oficial. ¿No tendrán un cigarrito? Ninguno de los agentes fuma.

04:20 h.
     Llegamos a la comisaría de la calle Gerona, me acompañan a una estancia llena de máquinas de escribir antiguas que parece el museo Olivetti. Un individuo con cara de sueño entra en la sala y se sienta frente a una de las máquinas, coloca en el carro tres folios intercalados con hojas de papel carbón y me pregunta el nombre. Cuando le veo aporrear el teclado con el dedo índice de cada mano deduzco que me espera una larga noche. Le pido un cigarrillo. Ni fuma ni está permitido fumar en las dependencias.

07:00 h.
     Salgo de comisaría. Las horas que son, casi que me voy a Recursos Humanos dando un paseo y si eso desayuno algo frugal por el camino.

07:15 h.
     Al ver a un hombre tan elegante caminando por la zona industrial, las personas que se dirigen en sus vehículos al trabajo deceleran la marcha sorprendidos. Los más lanzados, incluso bajan la ventanilla para practicar esa costumbre tan española: el piropo malsonante.

07:25 h.
     Me entra el fervor marca España y entro en la primera cafetería que encuentro abierta. Pido café con leche, dos docenas de churros, pincho de tortilla y copita de anís del mono.

07:45 h.
     Habiendo dado buena cuenta del desayuno, observo que aún es pronto y pido algo para hacer tiempo: una de patatas bravas, unos torreznillos, un bocadillo de calamares, una ración de oreja y una jarra de sangría.

08:02 h.
     Se me acerca un parroquiano.

08:03 h.
     Se escora a la izquierda.

08:04 h.
     Se escora a la derecha.

08:05 h.
     Retrocede.

08:07 h.
     Frena, endereza y acelera hacia mi persona.

08:08 h.
     Se pasa de frenada, tropieza, trastabilla, oscila, gira en redondo, fluctúa con gracia, se abalanza contra la mesa, se aferra a la misma, sonríe victorioso pero asimétrico, apunta los flancos traseros hacia una silla vacía y se deja caer con estudiada templanza.

08:12 h.
     Encandilado por mis encantos naturales, se ofrece a invitarme a grito pelado. Acepto la invitación y aprovecho para ausentarme alegando una urgencia renal.

08:15 h.
     Abandono el local y dejo a mi conquista vomitando sobre la mesa. Dudo si regresar a sus brazos, porque la verdad, le he cogido cariño. Pero el deber me llama, el corazón tendrá que esperar.

08:30 h.
     Llego a mi cita con exquisita puntualidad británica.

08:45 h.
     Arturo, el jefe de personal, es un tío majísimo. Me ha regalado un libro de autoayuda y me ha dicho que no me preocupe, “tómese todo el tiempo que necesite, no tenga prisa por volver”, han sido sus palabras exactas. Da gusto trabajar para una empresa donde reconocen tu valía.



martes, 9 de febrero de 2016

Como dejar de fumar y perecer en el intento.
Día 2

...viene de Cómo dejar de fumar y perecer en el intento 1

Sin noticias de Penny


10:30 h.
     Estoy tumbado en la playa tomándome un mojito. Esto es el paraíso; cielo despejado; temperatura, 28 grados centígrados; humedad relativa, 57 por ciento; vientos flojos de componente sur; estado de la mar, espléndida. Mientras pequeña Penny me embadurna con aceite solar factor 30, empiezo a leer el libro que me ha regalado el jefe de personal:
“EMPRENDEDOR POR FUERZA MAYOR, Aprende a montar tu propia empresa con la liquidación por despido, paso a paso”
No se como esto me va a ayudar a sobrellevar mi adicción al tabaco. A los jefes de personal no hay quien los entienda.

13:00 h.

     Me he quedado dormido. No veo a pequeña Penny por ningún sitio, habrá regresado al hotel aburrida de oírme roncar. Temperatura, 35 grados centígrados; humedad relativa, 69 por ciento; vientos flojos de componente sur; estado de la mar, bulliciosa. Parece que la ausencia de nicotina me está empezando a afectar en forma de picor de espalda.

13:45 h.

     Sin noticias de Penny. La espalda comienza a escocerme. Decido regresar a la habitación del hotel, necesito una ducha bien fría y un Marlboro. Temperatura, 43 grados centígrados; humedad relativa, 97 por ciento; vientos inexistentes; estado de la mar, desenfocada.

13:50 h.
     En la habitación no hay rastro de Pequeña Penny ni de sus cosas, voy a bajar a recepción a ver si saben algo o me prestan un cigarrillo.
La espalda me arde, literalmente.

13:51 h.
     Un empleado del hotel me rocía encima todo el contenido de un extintor. No contento con eso, me golpea con el continente hasta apagar las llamas.
Antes de perder el conocimiento consigo pedirle un pitillo. Me responde con otro golpe.

14:15 h.
     Recupero el conocimiento en una ambulancia que circula a toda velocidad por la Avenida Diagonal Mendoza. El ¡niino, niiinoo! de la sirena se mezcla con un ¡tilín, tilín! ¡Uuuuh, uuuuh! hasta que ambos convergen en un ¡crash! y todo se vuelve patas arriba.

14:30 h.
     Me salgo del cuerpo, empiezo a ascender y tropiezo con el culo de una ATS que también se ha salido de su cuerpo. Me disculpo.

14:31 h.
     Intento apartarme, como aún no domino las técnicas de vuelo incorpóreo, me limito a rebotar una y otra vez con mi cabeza contra el trasero de la sanitaria. Me disculpo repetidamente.

14:35 h.
     La enfermera corresponde a mis disculpas con insultos variados y algún que otro improperio irreproducible. Consigo desembarazarme y huyo lo mejor que puedo

14:36 h.
     Tropiezo con el chofer de la ambulancia.

14:37 h.
     Tropiezo con un camillero.

14:38 h.
     Tropiezo con una viejecita con cachaba.

14:39 h.
     Tropiezo con el cuerpo de bomberos. Debido a la alta densidad de entes incorpóreos, me resulta algo complicado establecer una ruta de vuelo y opto por el vuelo del grajo cuando hace un frío del carajo.

14:40 h.
     Me arrolla un coche patrulla.

14:41 h.
     Me arrolla una moto de Tele-Pizza.

14:41 h.
     Me arrolla una moto de reparto del restaurante chino Ku-lo loto.

14:41 h.
     Me arrolla una moto de reparto del Kebab Ke va, yo leo a Kierkegaard.

14:42 h.
     Me arrolla una bici con sidecar.

14:45 h.
     Debido a la alta densidad del tráfico, decido regresar a las alturas, ya más despejadas ahora que la mayoría de entes han regresado a sus cuerpos físicos. Aprovecho la buena visibilidad que da la vista de pájaro para localizar el mío (el cuerpo), por si lo necesito más adelante (al pájaro). Lo encuentro entre un amasijo de hierros, rodeado de personas con chalecos reflectantes que tiran bruscamente de mis extremidades. Una de ellas parece conseguir su propósito al arrancarme un brazo. Se miran unos a otros negando con la cabeza. Al final se apartan para dejar paso a un bombero con una radial en las manos.

En vista de la escabechina, decido que mi cuerpo no va a servirme de gran cosa y que lo mejor es que vaya buscándome otro que esté en mejores condiciones.


no se olvide