Ibiza
Salí del hotel a las cinco de la mañana y caminé en dirección a Figueretes. Al poco me encontraba recorriendo la playa d’En Bossa.
Aun era de noche y la playa estaba completamente desierta. No pude evitar la comparación: Mi vida, como aquella playa, también estaba vacía y apagada, a no ser por unas pocas estrellas, ahora lejanas, pero cuya luz seguía brillando allí, en lo alto de mi cielo.
Caminé por aquella playa durante algunos minutos y luego me paré en un punto indeterminado, quería ver amanecer.
Poco a poco, me fui despojando de la ropa, empapada de recuerdos. Todo formaba parte del ritual, y el nuevo día debía encontrarme desnudo, liberado de toda atadura con el pasado. Además, no iba a meterme en el agua vestido, y el agua era parte fundamental del ritual.
Como en prácticamente todas las religiones indoeuropeas, para comenzar una nueva vida, es necesaria la purificación por el agua. Así que yo había decidido renacer aquella mañana con el sol, y como él, surgir de las aguas renovado y purificado. (Ya entonces sabía que el sol es el mismo todos los días, y que el agua del Mediterráneo no es la más indicada para”purificar”, pero mi espíritu necesitaba un ritual y no se me ocurrió nada mejor).
Terminé de desnudarme. Corría una suave brisa y la temperatura era agradable. Caminé hacia el agua sintiendo como la arena acariciaba mis tobillos. El sonido de las olas fue bruscamente interrumpido por el graznido de dos pardelas baleares, que sin contemplaciones, se abalanzaron sobre mi ropa y comenzaron a picotearla. Yo lo interpreté como una señal más dentro del ritual: aquellas aves habían sido enviadas para acabar con los últimos vestigios de mi pasado.
A pesar del buen tiempo el agua estaba helada; En cuanto las primeras olas rodearon mis pies descalzos, noté un escalofrío por todo el cuerpo. Retrocedí, dudé breves instantes, tal vez no estaba preparado para la purificación.
En la lejanía comenzaron a asomar los primeros rayos de sol así que no era momento para vacilaciones. Me armé de determinación y eché a correr hacia el mar, cuando el agua me llegaba por encima de las rodillas me tiré de cabeza. Sentí que me invadía todo el frío y toda la humedad del universo conocido. Saqué la cabeza sólo un instante para coger aire y volver a sumergirme, debía mantenerme bajo el agua hasta que el sol emergiera desde el horizonte. Apenas veía más allá de mis narices, (que ya sé que no es poco), así que iba tanteando el fondo con las manos a la espera de que la luz del sol atravesara la leve resistencia del agua. Mis pulmones comenzaron a necesitar aire, tragué saliva con la esperanza de engañarlos y pegué mi cuerpo al fondo para que la presión no me empujara hacia la superficie. Sentía la presencia de vida a mí alrededor, sombras que se movían a gran velocidad, observándome, analizándome. Nunca llegué a saber qué o quienes eran, pero recuerdo perfectamente la curiosidad, la ausencia de miedo y de la noción del tiempo. Ya no había frió, ni humedad, y mis pulmones parecían haberse acostumbrado al nuevo medio, hasta mis ojos se encontraban a gusto entre tanta oscuridad.
Empezaba a disfrutar de todo aquello, incluso había olvidado las razones de mi presencia allí.
Aun era de noche y la playa estaba completamente desierta. No pude evitar la comparación: Mi vida, como aquella playa, también estaba vacía y apagada, a no ser por unas pocas estrellas, ahora lejanas, pero cuya luz seguía brillando allí, en lo alto de mi cielo.
Caminé por aquella playa durante algunos minutos y luego me paré en un punto indeterminado, quería ver amanecer.
Poco a poco, me fui despojando de la ropa, empapada de recuerdos. Todo formaba parte del ritual, y el nuevo día debía encontrarme desnudo, liberado de toda atadura con el pasado. Además, no iba a meterme en el agua vestido, y el agua era parte fundamental del ritual.
Como en prácticamente todas las religiones indoeuropeas, para comenzar una nueva vida, es necesaria la purificación por el agua. Así que yo había decidido renacer aquella mañana con el sol, y como él, surgir de las aguas renovado y purificado. (Ya entonces sabía que el sol es el mismo todos los días, y que el agua del Mediterráneo no es la más indicada para”purificar”, pero mi espíritu necesitaba un ritual y no se me ocurrió nada mejor).
Terminé de desnudarme. Corría una suave brisa y la temperatura era agradable. Caminé hacia el agua sintiendo como la arena acariciaba mis tobillos. El sonido de las olas fue bruscamente interrumpido por el graznido de dos pardelas baleares, que sin contemplaciones, se abalanzaron sobre mi ropa y comenzaron a picotearla. Yo lo interpreté como una señal más dentro del ritual: aquellas aves habían sido enviadas para acabar con los últimos vestigios de mi pasado.
A pesar del buen tiempo el agua estaba helada; En cuanto las primeras olas rodearon mis pies descalzos, noté un escalofrío por todo el cuerpo. Retrocedí, dudé breves instantes, tal vez no estaba preparado para la purificación.
En la lejanía comenzaron a asomar los primeros rayos de sol así que no era momento para vacilaciones. Me armé de determinación y eché a correr hacia el mar, cuando el agua me llegaba por encima de las rodillas me tiré de cabeza. Sentí que me invadía todo el frío y toda la humedad del universo conocido. Saqué la cabeza sólo un instante para coger aire y volver a sumergirme, debía mantenerme bajo el agua hasta que el sol emergiera desde el horizonte. Apenas veía más allá de mis narices, (que ya sé que no es poco), así que iba tanteando el fondo con las manos a la espera de que la luz del sol atravesara la leve resistencia del agua. Mis pulmones comenzaron a necesitar aire, tragué saliva con la esperanza de engañarlos y pegué mi cuerpo al fondo para que la presión no me empujara hacia la superficie. Sentía la presencia de vida a mí alrededor, sombras que se movían a gran velocidad, observándome, analizándome. Nunca llegué a saber qué o quienes eran, pero recuerdo perfectamente la curiosidad, la ausencia de miedo y de la noción del tiempo. Ya no había frió, ni humedad, y mis pulmones parecían haberse acostumbrado al nuevo medio, hasta mis ojos se encontraban a gusto entre tanta oscuridad.
Empezaba a disfrutar de todo aquello, incluso había olvidado las razones de mi presencia allí.
4 comentarios:
Bueno, olvidaste la razón pero no siempre tiene que haber motivos concretos, no? hay veces que es así porque sí y punto ¿o no? bueno no sé, pero el caso es que resucitaste como dios manda ques lo importante.
Si, es importante resucitar para poder volver a morir.
Esto me recuerda un cuento de Stanislaw Lem, y a las culturas que hablan de la reencarnación y a no se quien que compara amor y trabajo. Spank, boundage, la vida es puro masoquismo.
Voy a ponerme los pantalones de cuero.
Ves? ... si lo que te digo, hay cosas que se escapan de todo razonamiento... hoy al menos en madrid si vas cubierto de cuero te abrasas.
Si, aquí también. Aunque claro, supongo que depende de la cantidad de cuero.
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