Salgo de la sucursal con lágrimas en los ojos, indignado entre comisiones, gastos de mantenimiento e intereses de demora. Llego a casa, voy directo al dormitorio. En el segundo cajón de la mesilla de noche encuentro un calcetín viejo que hace tiempo perdió su pareja. Del bolsillo de la americana saco lo poco que he conseguido rescatar del banco tras aplicarme los correspondientes gastos de cancelación. Introduzco el objeto del tamaño de un tapón de coca cola en el interior del calcetín y escondo el atillo debajo del colchón.
Ya puedo descansar tranquilo. Me quedo dormido soñando que es la última vez que invierto en el Banco del deseo. Nadie va a robarme lo que me queda de corazón.
6 comentarios:
Asi es
El que guarda su corazon
guarda la vida.
Mis cariños desde Argentina y ya lo ingreso a mis favoritos.
Joer, se quedaron a gusto en tu banco del deseo...
A mí me queda un poquito más (solo un poquito).
Un dibujo genial.
mmmmmmmmm sí, es lo que tiene el dormir a pierna suelta.
Es lo único que nunca nos podrán robar, lo que tenemos dentro de nosotros...
Haber si nos vemos...
Nadie debería tener derecho a robarnos el corazón, y sin embargo nos lo roban constantemente...
Quizás sea necesario antes de poder encontrar a quien de verdad nos lo guarde. Quien sabe.
¿Todo bien? Espero que sí.
Un besito robado.
Razones de índole personal hacen que en estos días me esté resultando imposible la mínima dedicación exigible para mantener el blog y poder responderos como correspondéis. Prometo ponerme al día.
De momento daros las gracias.
Ya me tengo que volver a marchar.
Un beso a ellas y un abrazo a ellos y viceversa.
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